miércoles, 22 de marzo de 2023

EL CASTILLO A DONDE SE VUELVE

A veces hace  falta poco para quedarnos paralizados de terror.

Esta historia sucede en una ciudad llena de casonas de  fines del siglo XIX, construidas por familias de gran poderío económico para pasar sus veraneos en este paraje o  para quedarse a vivir en ellas.

Unas cuantas habían perdurado en el tiempo salvándose de la demolición. Entre ellas, una hermosa casa colonial, una mansión parchada por sus nuevos dueños con un estilo extraño, una lúgubre casona caracterizada por sus palmeras, un pequeño castillo de construcción singular y otras salvadas a medias, cuyos  terrenos se habían vendido y quedaban encerradas por loteos, perdiendo así el espacio que destacaba su belleza.

Todas estaban cargadas por un denso misterio, producido por las historias de vida que se habían desarrollado y que solo los antiguos habitantes conocían.

Allá por año 2000, Manuel, Soledad y Ramiro  debían filmar un corto para aprobar una etapa de su carrera de cine en la universidad. Ellos tres constituían el grupo entero y cubrían múltiples roles en la filmación: la producción, dirección y actuación.

Como habían elegido un tema de terror- sabemos que los jóvenes encuentran siempre muy atractiva esta temática cinematográfica- y Soledad conocía un poco sobre la historia de las antiguas casonas, eligieron El Castillo para desarrollar su trabajo.

Una vez obtenidos los permisos y sorteando dificultades varias, algunas provenientes de su pobreza de estudiantes, lograron tener el castillo a su disposición.

De verdad, todo ayudaba en ese lugar a crear un clima tenebroso. Comenzando por los muebles  de la sala principal, que ningún pariente se había llevado, tal vez por ser altos, oscuros y con imágenes amenazadoras de vampiros en relieve…Había allí, aparadores inmensos y sillones de respaldos altos.

En el piso superior también encontraron algunos roperos de tres metros de altura con espejos biselados…

Una niebla inexplicable flotaba en esas habitaciones. ¿Era humedad o polvillo de años?


Soledad creyó ver una imagen en el espejo y trató de enfocar la mirada. Sí, era un niño rubio con un flequillo tupido que reía a carcajadas pero sin ruido, detrás de ella.

Se dio vuelta pero en realidad estaba sola. Un escalofrío le corrió por la espalda.

Comenzó a sentirse paralizada. Las piernas no le respondían.

Ramiro le anunciaba desde  arriba que había llegado a la terraza y que le costaba descender por la escalera caracol, ya que se iba destruyendo a medida que bajaba.

Manuel ya había desaparecido dentro de un ropero, sin dejar rastros.

El momento se ponía denso…

Desde su inmovilidad escuchó la llamada de Manuel desde abajo, entonces a Soledad le volvió el alma al cuerpo, movió un pie, movió otro y comenzó a bajar por la escalera destruida. Su velocidad de bajada aumentó hasta llegar con rapidez a la planta baja, mientras hablaba a los gritos con sus compañeros para darse valor.

Manuel develó su misteriosa desaparición. Había encontrado un pasadizo con una escalera de piedra cuya entrada estaba disimulada dentro del ropero.

Pero el corto debía filmarse. Había que presentarlo para aprobar la materia.

Hicieron reunión y decidieron relacionarse positivamente con los fantasmas. Un niño, hasta ahora.

Los muchachos no creían mucho lo que había experimentado su compañera. Más bien les parecía una broma. Soledad tenía un alto sentido del humor y a veces se pasaba con los chistes.

Salieron al jardín a tomar aire y a seguir inspeccionando. El predio tenía una rotonda con una fuente y un parque lleno de  palmeras antiguas. Bajo sus hojas crecían grandes cascadas de helechos y aunque todo estaba abandonado, todavía persistía la belleza del diseño original.

Observaban desde el portón de entrada y tomaban fotografías del edificio para decidir la mejor toma, cuando tres niños rubios asomaron por los huecos que hacían el borde de una de las torres.

Otra vez, pensó Soledad, otra vez… y los saludó con la mano, total que estaban lejos. — ¡Hola chicos! —Gritó, y sus compañeros se dieron vuelta mirándola extrañados.

¿Solo ella los veía?

Entonces se le ocurrió preguntar a la vecina de enfrente que no se perdía ningún movimiento de los estudiantes desde el primer momento de su llegada, queriendo saber de antemano qué hacían ahí, en esa propiedad abandonada.

La mujer, pequeña y arrugada, les contó que una de las últimas familias que había vivido en el castillo  tenía tres hijos hermosos: dos niñas y un varón. Estos niños eran ahora gente mayor y vivían en diferentes lugares del mundo.

Por casualidad… ¿eran unos niños muy blancos, rubios y con grandes flequillos?  preguntó Soledad. —Sí —dijo la anciana—eran así, además de muy hermosos.

Soledad dedujo entonces que los espíritus eran de seres que estaban vivos, pero que volvían en sus sueños a este lugar donde habían sido absolutamente felices, a pesar de que sus padres vivían tal vez de prestado en el castillo de un familiar y sus hijos no tenían demasiado más que su amor. Este sitio les habría dado la posibilidad de vivir innumerables aventuras: había sido su paraíso.

Esa noche, ninguno pudo dormir. Tenían un permiso por tres días y trabajaron a mil por hora, con precaución y respeto por todo lo que allí había quedado, objetos testigos de vaya a saber cuántas vidas y generaciones.

El cortometraje de terror quedó terminado con la actuación de Ramiro. Y aunque la historia no quedó tan perfecta, permitió que aprobaran  y siguieran  tras el título de técnicos audiovisuales.

Los espíritus no volvieron a aparecer, pero… todos los emprendimientos para poner en marcha el edificio fueron fracasando uno por uno, como lo venían haciendo desde hace varias décadas atrás.-