Lo llevaba encerrado en su mano izquierda, porque sabía que si lo dejaba suelto se le iba a estampar sobre la frente como una etiqueta.
A veces abría un poco los dedos y su brillo escapaba brevemente.
El era pequeño y tímido, y no podía andar mostrando ni los alborozos, ni las cicatrices, ni las heridas del alma como todos los artistas lo hacían.
Sin embargo, estaba llegando el momento: lo presentía.
Estaba cerca... Ese día... cuando iba a andar con el rótulo de artista por los callejones de la existencia, impreso en el rostro como una marca de fuego incandescente.
4 comentarios:
Hola Dea querida, muy bonito eso que escribiste, callejones de la existencia…me encanto eso. Una de las viejas canciones de Lúcuma, mi grupo de rock alternativo, decía callejones de deseo por siempre continuaran, nada que ver pero parecido, te mando un beso
www.myspace.com/lucuma
Qué bueno recibir tu visita por estos lugares del espíritu.
Los sentimientos se parecen como las palabras y los "callejones" son los recovecos del alma, ¿no te parece?
DeaBea, precioso poema... me encantó leerlo, lo leí hasta 5 veces! ;-)
Escribes muy muuy bien :D ¡abrazo0s!
Hola Jaime, me siento feliz que te haya gustado. Un abrazo
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