domingo, 14 de septiembre de 2008

Deambulando por la cuarta dimensión



Llegamos de a dos a la vieja estación de trenes que estaba recientemente restaurada como así también las vías y los trencitos -llamados antiguamente "coche motor" y ahora "Tren de las Sierras"
Todavía no había una buena senda para los peatones y sí había numerosos guardias privados, demarcando los senderos y las actividades.

Unos cuantos empleados con sus computadoras en varias oficinas absolutamente despojadas de cualquier adorno o cartel informativo; el tren ya listo en el andén para salir.

Habíamos llegado temprano. Sólo había un muchacho pelirrojo, vestido prolijamente que aparentaba ser alguien esperando al igual que nosotras y que nos hizo el favor de sacarnos unas fotos, casi sin hablar, sólo sonriendo, cuando había llegado la otra mitad del grupo.

Las cuatro viejas damas estábamos alborozadas de emprender esta aventura, de andar nuevamente en tren, después de muchos años sin este servicio.

A las cinco en punto, el maquinista dio la orden de salida, sonó el silbato, subimos al único vagón habilitado junto con otras tres señoras grandes que estaban tan entusiasmadas como nosotras, sobre todo una de ellas cuyo padre había sido ferroviario.


El paisaje se veía diferente desde la vía que estaba bastante más baja que el camino en relación al terreno circundante.
Bosquecitos de siempreverdes invasivos, que nacen como yuyos en las laderas ...
La vegetación, que parecía  más abundante que  la del borde de la ruta provincial E-64 que pasa por La Calera, Dumesnil, Saldán, Villa Rivera Indarte y Argüello.

Los ranchos, los niños saludando al tren en las estaciones, las antiguas casonas, algunas en demolición, donde a principios del siglo pasado veraneaban algunas familias destacadas de la ciudad de Córdoba.

 Bordeamos el Suquía, lleno de algas sospechosas hasta llegar a la desembocadura del arroyo de Saldán donde las aguas mejoraban considerablemente.

Fuimos reconociendo los caseríos antiguos, los clubes, los barrios hasta llegar al final del recorrido.

El tren se inclinaba demasiado en algunos tramos y las ruedas hacían ruidos alarmantes durante casi todo el camino. Pero la alegría superaba al temor y se hacía cosa en el abanico de puntillas que una de nuestras compañeras había sacado de su cartera en un rapto de recrear el pasado, mientras hacía más respirable el aire. Cabe decir que las ventanillas del tren no se podían abrir y no había aire acondicionado en funcionamiento.

Igual llegamos, con entusiasmo, al Gran Centro Comercial frente al Superdomo Orfeo . Para esto debimos cruzar- arriesgadamente- un paso que unía el ferrocarril con el complejo. Los autos no se detenían. Y un conductor iracundo nos mandó "al asilo" en una vociferada desde la ventanilla de su vehículo violento.
Al fin, pudimos sentarnos  en  un famoso local de comidas para tomar  café con generosos sandwiches y respirar entre emoción y emoción.
Les dije: qué tarde tan buena, estoy feliz ... y en ese momento no sabía por qué.
Después de charlar horas, visitamos la Galería de Arte del lugar, vimos un video sobre Malanca e intercambiamos datos y opiniones sobre este artista y otras obras.
No sé por qué ...será que me preguntaron si yo había expuesto alguna vez, que me vinieron a la memoria hechos que había olvidado por completo sobre mi época en la Escuela de Artes de la UNC: la rebeldía de aquellos años... por ejemplo: no haberme presentado   a la entrega de diplomas de mi promoción, haber expuesto una instalación en los finales del  año 1969, en el Museo Genaro Pérez; haberme presentado en la Feria de los Desconocidos, o no haberme presentado según los sentimientos fluctuantes de aquellos días.

Esa tarde fue el punto de partida.

Hicimos planes para organizar tardes culturales, donde una de las integrantes nos haría ver óperas y ballet de gran jerarquía bajadas de Internet por ella misma, tomaríamos el té a la inglesa (es decir con demasiados bocaditos para acompañar) y además de compartir el momento, organizaríamos idas al teatro para ver en vivo y en directo, obras de este tipo.

Entre tanta charla se nos hizo de noche. Como ya no había tren de vuelta, alquilamos un taxi entre todas.

Nos despedimos con el sentimiento de que estos momentos serían inolvidables.

Evidentemente ese había sido un viaje al pasado y era un punto de partida hacia el futuro, como me di cuenta al despertarme al otro día.

Cuando salté de la cama vi con claridad lo que significaba ese encuentro: se formaría un grupo de entretenimiento y amistad para muchas mujeres jubiladas de la docencia, y de otras profesiones, viudas, solteras "desde siempre" y tal vez alguno que otro amigo jubilado. 

Estos encuentros no son casuales, pienso mientras siento que se renuevan mis ganas de trabajar y de llegar a cumplir tantos objetivos, esos, que me parecía se iban a quedar en el camino.

Siempre con ese miedo de que nos queden cosas sin hacer, como aquellas que se nos caen a veces de las manos y que perdemos, dándonos cuenta cuando ya es demasiado tarde.

Al grupo le pusimos "Veladas Paquetas", riéndonos de nosotras mismas y de nuestros gustos.

Mis tres amigas me acompañan hoy desde otra dimensión.

El grupo se reunió por más de 10 años y tal vez, habiendo desaparecido hace poco  su conductora, aún  continúa.

*: El Tren de las Sierras de inauguró el 2 de julio de 1889. Se clausuró en 1997 y se volvió a poner en marcha en el año 2007.
Hoy es el medio de transporte más folklórico y barato que tiene la provincia de Córdoba.
Los paisajes que recorre son bellísimos. Mejor viajar en invierno y estar atento a los horarios

No hay comentarios: