Iba por la calle… bajita, chueca, con el vestido manchado , roto y con su vaho propio. Los dedos saliendo por los zapatos
destrozados. Con tanta ropa que juntaba mendigando de casa en casa…Parece que solo le servía para venderla.
Allí iba, cargando
las bolsas con todo lo que le daba la gente.Todavía me queda la duda si con los
remedios que pedía…también hacía negocios.
El pueblo le había puesto diversos apodos, entre ellos La
Cachavacha por la bruja que aparecía en una tira cómica para niños. Otro apodo era La Tumba Lata. Un día le pedí a una empleada, oriunda de la zona, me explicara qué
quería decir ese apodo y rápido me contestó: la que tumba hombres…
Donde la encontrara, sabía que gritaría para saludarme y me
vendría a dar un abrazo y un beso un poco pegajoso.
Pero era mejor eso que te gritara algún improperio en el transporte
o en algún lugar público, como solía
hacer con otras personas.
La había conocido en mi adolescencia. Solo trabajó una
semana en casa, pero no se olvidó nunca más de nosotros y en especial, de las
tortas y del pan dulce que hacía mi
madre.
Cuando era pequeña se había salvado de morir de una
meningitis gracias al Doctor como
decía ella, alabando y mostrando respeto por el que fuera mi suegro.
Principalmente ejerció el viejo oficio y negoció con todo lo que podía. Tenía la viveza de aquellos que se crían en la calle.
A veces, llegaba por casa muy insolente y cuando yo la
retaba por sus maneras, se ponía seria y me pedía que no me enojara.
Las historias en las que se metía eran increíbles, como cuando
se casó con un hombre muy viejo para ella , que en poco tiempo
terminó en la cárcel.
Era característico el timbre tempranero de los domingos o de
los días feriados que te sacaba de la cama: era ella con algún requerimiento o
urgencia.
En los últimos tiempos se la veía poco. A veces aparecía
golpeada y alegaba haberse caído. Cuando llegaba me decía: ¡Ya no doy más
Beatricita!
Creo que tuvo varios hijos, pero solo conocí dos muy bonitos,
cuyo destino se asemejó al de ella.
Hoy me dieron la noticia. Amanda dejó de sufrir y andará por
las calles de Dios, saludando a todos a los gritos, pero ahora resplandeciente
y despreocupada.- Bea 2015
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