lunes, 30 de marzo de 2015

LAS MANOS



Las manos de mi padre eran algo toscas… Yo las veía grandes, siempre tostadas por el sol.
Sus dedos parecían espátulas. Uno que otro estaba aplastado en la punta o en una uña, por algún accidente con herramientas.
Tenían mucha fuerza; podían hacer  casi cualquier cosa.
Si las mirabas desde las  palmas, eran manos con callos de trabajador, si las mirabas por la parte superior eran manos de artista donde la piel se mantenía suave y fina.
Manos incansables, capaces de tocar la guitarra  o el piano con rudeza para acompañarse en una canción desafinada, manejar el pincel con maestría para representar un paisaje o partir una piedra con la piqueta para tomar una muestra de minerales… Esas manos que procuraban darnos todas las comodidades y que lo mismo empuñaban una pala con brío que escribían una poesía  gauchesca, con aquella, su  letra  tan inclinada, tan decidida  y querida por mí.
Manos excepcionales.
Así como él.

Dea Bea

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