Un libro puede transportar muchas cosas. Un cuaderno también, y más aún
porque es artesanal y personalizado.
Pero qué sería de mis cuadernos y de mis libros si no
llevaran muchos papelitos significativos adentro como si fuera un premio
sorpresa, un regalito extra que si no vas con cuidado se te cae y desparrama
por todos lados.
Una gran mesa puede servir para muchas cosas. Las mías
sirven de escritorio, llenas de libros, cuadernos, agendas y sobre todo, las
preferidas: las libretas de toda forma y color. Libretas para esto y libretas
para aquello, porque son más fáciles de transportar, aunque en realidad no van
a ningún lado y se estacionan activamente sobre la gran mesa.
Al fin, después de
muchos años de vida, he tomado conciencia de éste, mi desorden papelero que
habita en el interior de mis otros
papeles más organizados en sí mismos y
menos ordenados en relación al espacio que les corresponde, y también sobre esta mi actitud conquistadora de
mesas, otorgándoles una personalidad de escritorio, pero mucho más acogedora y magnánima…para
su dueña.
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