domingo, 24 de febrero de 2013

Contaminación auditiva: El otro…¿me importa?



 Atender el celular en sitios públicos   


En diversas ocasiones he buscado un sitio apartado de la sala de espera, donde aguardar tranquilamente el turno para la consulta médica, leyendo un libro o escribiendo alguna cosa.
Hete aquí que se sienta un señor mayor y celular en mano describe durante 15 minutos todos los estudios que le han hecho y sus resultados a viva voz. Luego se acerca la secretaria, se sienta a su lado y le comienza a dar la coordinación de turnos para salir de la encrucijada, también con voz clara y alta.
Sucesivamente - ¿se pondrán de acuerdo? - van apareciendo otros pacientes en la sala de espera que arreglan variados asuntos enterándose  todo el mundo y no dejándome concentrar en mi agradable tarea. Ni hablar de los que van y vienen  por los pasillos, perdiendo el rumbo correcto por estar sumergidos en el tiempo y en el espacio de las comunicaciones.Bueno, los bancos ya lo prohibieron pero en otras instituciones la cosa sigue sin control.
Por ejemplo en el gimnasio, templo sagrado de paz y esfuerzo concentrado.
Aquel que ha permitido atender el celular en el gimnasio, no ha sabido en qué infierno nos ha puesto a los que adoramos movernos al ritmo de la música sin ninguna otra distracción.
O tal vez,  ni se le ha pasado por la mente el problemita de escuchar llamadas varias donde se arreglan negocios, porcentajes, pagos y no pagos, horarios, problemas domésticos y otros llamados sobre temas insignificantes, que no conducen a ningún punto urgente. Mientras quien atiende el teléfono da vueltas en grandes círculos por todo el gimnasio… ¡Dios! ¡No me quiero enterar! ¡Y además de la charla… me mareo!
Tan fácil que sería atender la llamada en el hall y no en el salón donde acaban con la paciencia de los que queremos  paz.
Además, por alguna razón tecnológica, la mayoría de la gente que habla por celular no tiene dominio del nivel de voz que emplea y habla muy alto. Tampoco tiene la educación para respetar el espacio silencioso de los demás y contamina…contamina.
Recuerdo un día que subí al ómnibus muy cansada y además debía leer para un examen. Tuve que escuchar toda la narración de la agonía de un amigo de la pasajera contigua a mi asiento mientras hablaba  por su celular… ¡qué castigo!
Dejo de lado que haya amigos que se reúnan  en algún sitio para pasar un rato juntos y no hablen entre ellos porque están prestando atención a sus celulares de última generación que no cesan de enviar cosillas, no.
También es imposible ya acallar los llamados en todos los estilos musicales y sonidos en la gama que va desde la tradicional campanilla del teléfono antiguo hasta ese tintineo que hace recordar al Hada Campanita. Pero ese es otro punto de discusión… 







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